Crosseyed Heart (2015)

Keith Richards

Hace veintitantos años, un par de glaciaciones en términos de cronología rockera, servidor tuvo el placer de asistir a uno de los conciertos de presentación de Main Offender, con Keith Richards y sus X-Pensive Winos sobre el escenario de una pequeña sala madrileña ya desaparecida. La guitarra rítmica más influyente de la Historia aún no se había caído de un cocotero y seguía en una aceptable buena forma. Ahora, con 71 tacos en el cuerpo más tóxico del planeta, vuelve a la carga con los mismos amigos y un nuevo disco. El tiempo ha pasado como una exhalación, salvo en su música, envejecida en roble como su amado Jack Daniel’s para preservar su inconfundible sabor a blues, rock y reggae.

Por lo general se suele identificar a los héroes modernos de la guitarra más por su gran dominio del instrumento que por su capacidad compositiva, por su protagonismo en el momento álgido de una canción que probablemente ha escrito ese personaje no pocas veces semioculto tras ellos concentrado en marcar el paso al resto de la banda. Aunque Richards es un caso especial, basta con pensar en el papel de Malcolm Young en AC/DC y las consecuencias de su retirada forzosa. Ambos son famosos por sus riffs, no por marcarse solos estratosféricos.




En uno y otro caso lo relevante es que la verdadera ‘heroína’ es una guitarra. Richards es el creador y Ron Wood su profeta, pero al fin y al cabo ambos dependen de lo que sean capaces de extraer a las seis cuerdas de sus instrumentos.


En Crosseyed Richards vuelve a ser profeta de sí mismo, permitiéndose por fin casi al borde de la jubilación algún breve alarde en plan solista como para recordar al personal que él también sabe lo que tiene entre manos. A su lado repiten de nuevo sus maestros de ceremonias favoritos, Waddy Watchell y Steve Jordan, representantes de una de las mejores cosechas que ha dado el rock y que a estas alturas alcanza la categoría de Gran Reserva.


El resultado es otro disco de los Rolling Stones en estado puro. O de lo que Richards entiende como tal: cuando Mick Jagger aún no pensaba en otra cosa que no fuera la música. Dos décadas de tecnología le permiten, además, sonar con una frescura y una energía sorprendentes y disimular los achaques, sobre todo los de su cascada garganta. Incluso se atreve a acompañar a una invitada especial, Norah Jones, en Illusion.


Blues
para arrancar con el breve tema que da título al disco; rock’n’roll para continuar y no parar de bailar mientras ironiza –Amnesia se llama la canción- sobre su famoso accidente arborícola. En Robbed Blind, la magia de la acústica, la steel que se deja oír al fondo y el piano construyen uno de los mejores momentos del álbum, de esos en los que le sale la vena más personal con historias de vidas y corazones desgarrados.


El reggae de Love Overdue, cover del tema de Gregory Isaacs, cubre magistralmente un capítulo obligado para Richards en un disco en el que no sobra ni uno sólo de sus 15 cortes. A Jagger quizá le hubiera gustado que dejase alguno para él… No debe preocuparse, dicen que su némesis prepara ya otra entrega de los Rolling.
           


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