Book Of Shadows 2 (2016)

Zakk Wylde

El Corazón De La Bestia

La Bestia también tiene su corazoncito. Jeffrey Phillip Wiedlandt, más conocido por Zakk Wylde, siempre ha escondido bajo su fachada de guitarrista salvaje y pintas de desayunarse ángeles del Infierno uno de los cantautores más atormentados que se recuerdan. Su lado ‘sensible’ se ha conjugado en la segunda parte de su Libro de Sombras para un disco tierno, acústico, de solos que lo mismo suenan delicados como el cristal o se retuercen en escalas imposibles. Su voz desgarrada, por una vez, transmite calma y no desata una tormenta.

O quizá sí, pero de esas que dejan caer la lluvia melancólicamente al otro lado de la ventana. La Bestia ha forrado con piel de cordero su guitarra incluso cuando la hace llorar en Lay Me Down haciendo piruetas sobre el mástil. Un maravilloso Hammond suena de fondo hasta desvanecerse… Pero sólo es el aperitivo, la verdadera lección empieza a continuación con Lost Prayer, quizá el mejor momento ‘guitarrero’ del disco. O uno de los muchos que surgen de repente en cada tema.


Un ‘black label’ sin sus ‘society’, un trago largo para saborear sin prisas. Él tampoco se ha tomado muchas para continuar escribiendo su libro en solitario. Ha llovido mucho desde 1996. Hoy, Zakk Wylde es un ‘padrino’ del rock que ya no sólo diseña sus propias Gibson, sino que desde 2015 fabrica y vende modelos de su invención a través de su propia marca, Wylde Audio, un proyecto aún en fase de despegue.




Sin embargo, seguro que en su segundo disco en solitario ha recurrido a su amada Gibson Chet Atkins SST. Sus discípulos estarán ya en ello porque Zakk es también un maestro en el sentido literal del término, al que sería una injusticia encuadrar exclusivamente en el reino del ‘Metal’. Una corona que compartió con Ozzy en su primera etapa.


Quizá los admiradores más acérrimos de los riffs brutales de Wylde se sientan defraudados, con su reserva de BLS ya en las últimas, pero su ‘hacha’ favorito tenía que cambiar el chip después de unos cuantos años sin un disco verdaderamente bueno, sobreviviendo a base de retales y sin rumbo fijo. Era el momento de volver a las raíces ahora que acaba de cumplir 50 años y, al menos en teoría, lleva sobrio una larga temporada.


Zakk
quería volver a ser él mismo, a solas con su alma y su guitarra, sin aditivos. Rock sureño lo llaman, un concepto que en este disco se queda verdaderamente escaso. Es más un homenaje a la música americana de los 70, década arriba o abajo, parado en alguna gasolinera de la autopista contemplando una puesta de sol. Música que se oye y también se ve, se huele, se siente.


En la radio del coche, la intensidad de la guitarra de The King, el tema de cierre, recuerda que es hora de volver a la carretera. Al viejo Zakk le queda mucho camino por recorrer… 


(Imágenes: © Cordon Press)

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